8.6.12

De caballos, burros, y cine.


(Esto es un corta y pega de un ensayo sobre cine que me tocó hacer a raíz de comparar War Horse de Steven Spielberg  y Au Hasard Balthasar de Robert Bresson, una del 2011 y la otra de 1966. Si os gusta maravilloso, y si no, recordad que soy joven, inocente e inexperto, no os quejéis, y poneos a leer cosas más merecedoras de vuestra atención.)

"Au Hasard Horse, o War Balthasar, o De ungulados va la cosa"
















(Magnífico plano donde el caballo muestra una capacidad expresiva digna de Oscar)

"Para empezar cogiendo el toro por los cuernos, reflexionar sobre el cine en torno a dos cintas protagonizadas por animales de granja suena en un primer momento como algo impulsivo y ridículo. No se podía comenzar mejor. Y es que dar vueltas en torno a una materia, revestido de un halo de respetuoso misticismo, puede no ser lo mas adecuado a nivel analítico. Se corre el riesgo a verse a uno mismo como un pequeño idiota, que en realidad no sabe de lo que habla. Y no es que eso diluya la capacidad de razonar. Pero si que mata lo que viene a ser el pensamiento independiente y creativo. Que por cierto, es indispensable para no convertirse en un disco duro con patas a secas. 

Condición que merece todos los respetos, por otra parte.

Dicho esto, una reflexión sobre el cine: lo que se necesitaría para realizar un ejercicio de tal naturaleza de forma, no ya decentemente, si no sincera, seria el interés. Un interés nacido de un romance con el cine.

Curioso, por cierto, que sea ese mismo amor al cine la característica que mas acerca ambas películas. parecen dos historias de amor: Spielberg da la impresion de que se quedó prendado en su juventud y busca revivir esa pasión, no dejarla caer en el olvido. Bresson, por su parte, no esta obsesionado en la reconstrucción: da un paso más allá, buscando nuevas formas de experimentar y vivir esa relación.

Es maravilloso lo distintas que son la una de la otra. Una es épica en estado puro. Guerra, sufrimiento, dolor, conflicto, esperanza. Naciones en guerra, la promesa de humanidad en un mundo destrozado. Historia que debe ser recordada, injusticias que nunca más se deberian cometer. Soldados, cañones, y caballos. Tanques. Y caballos que saltan tanques. 

Nada es demasiado, nada es imposible. Es el poder del cine.

Luego está la del burro. Ahí también hay una historia, pero no la hay realmente. Es cine, cine en estado puro. Planos, fundidos, y cortes. Planos secuencia que se transparentan y nos muestran todos los tipos de encuadre. Música que juega con nosotros, y sonidos que son conscientes de la existencia de ésta. Rostros ante los que nosotros, espectadores, decidimos como hemos de sentirnos.

Es un cine con sustancia. Plástico. Maleable. La prueba de que una misma película puede ser diferente en cada viaje.

Concretándolo un poco más con un prisma más objetivo, cada una se puede clasificar en una de las dos grandes tendencias, por llamarlas de algún modo, del cine. Tenemos, por un algo, la ficción, el espectáculo, la magia. Por otro, el del propio concepto del cine, estirado y llevado de un extremo a otro, no ya solo en la forma o en el contenido, si no en un ensamblaje de naturaleza más bien orgánica entre ambos conceptos. 

¿Es la dialéctica sin fin entre academicismo y experimentación? Puede ser. Por supuesto que este debate influye en todos y cada uno de los cineastas existentes, creando bandos más o menos conciliables. Spielberg y Bresson toman cada uno su particular elección del punto a seguir. 

Sin embargo es preciso señalar la importancia capital que tiene el componente azaroso en el acto de creación cinematográfica. Normalmente una importancia que pasa muy desapercibida a los ojos de la mayoría. No deja de ser tremendamente irónico y al mismo tiempo revelador la reverencia que se tiene de los cineastas que parecen controlar cada ínfimo detalle de su producción, cuando la autentica baza del cine es su tremenda capacidad, casi física, de mostrar una parcela de realidad, pudiendo ser esta ya más o menos ficticia, más o menos parcial.

Es un proceso, cuanto menos, curioso. Se le podría comparar con el proceso de creación literaria o teatral, en tanto que éstos son los más equiparables en la creación de una realidad que se podría comparar a la construcción de una realidad propio de las películas, por encima de la música o pintura u otras artes (olvidando lenguajes más modernos como el del cómic o del videojuego). 

Y es curioso, precisamente, porque mientras la literatura o el teatro crean parcelas de realidad a partir de un material puramente imaginario que ha surgido a partir de una depuración del mundo real a través de un sujeto sensible, se podía decir que el proceso de creación cinematográfica le da, carpetovetónicamente hablando, una nueva vuelta a la tortilla. El cineasta, que ante el mundo, ha desarrollado una personal e intransferible visión interior, tiene que ponerla en completa dialéctica, con su serie de consecuentes conflictos, con la misma realidad que le ha dado la inspiración para conseguir  dar forma a la obra cinematográfica.

Por supuesto, hay que ser perfectamente consciente de que puede aparecer alguien que diga que un escritor también ha de entrar en conflicto con el mundo real para dar forma a obra. Vale. Pero éste solo tiene que luchar contra su propia capacidad. El cineasta tiene ese mismo problema, más el de la financiación, el rostro que ha de encarar a qué personaje, los valiosísimos consejos de prácticamente todo el que le rodea, y por si todo eso fuera poco, aún tiene que tener tiempo para meterse en twitter.

Doy fe de una forma absolutamente total y completa basada en la propia experimentación de que esto, a pesar de que suena hasta bonito en el papel; por decirlo de una manera suavizada y fina:

No lo es.

Sin embargo, es esa captura de lo real, que aunque sea preparado, un teatro, sigue siendo físico, sigue siendo recortar un fragmento de lo real; es la verdadera sustancia que le da fuerza al cine. 






(Si a estas alturas no estáis tan groguis como el burro podéis seguir leyendo, en serio)

Podría parecer que la cinta del burro es la que más se deja llevar por esta captura de la realidad, pero, no es tan cierto si prestamos atención al calculado control que Bresson utiliza para encorsetar la realidad para que sirva a sus intereses. Cada encuadre, movimiento, o actor, esta cogido y medido para que la realidad se amolde a la visión del cineasta.


En la peli del caballo, se da un proceso diferente, que tiene que ver bastante con intentar capturar otra época, y es que la realidad de la película surge a partir de una construcción a partir de toneladas de material: figurantes, escenarios, guión, atrezzo, vestuario, sonido, son piezas de un puzzle, que prácticamente se va creando poco a poco, piezas pieza, hasta formar un todo que es la película, completamente provista e sentido y autenticidad propia.

Se podría decir que la mirada de Bresson disecciona mientras Spielberg construye. Pero es que bien deberíamos decir que los eficaces encuadres y movimientos del francés responder a una necesidad de construir una determinada narración. ¿Y no supone lo mismo para Steve? A saber lo que habrá supuesto la producción, construir el mundo de ficción donde se desarrolla la historia del hombre que amaba demasiado a su caballo.

Toda esta pobre divagación puede que sí que nos lleve a algo, no ya útil, pero sí por lo menos interesante. 

Y bueno, por qué no. Hasta útil y todo:

La poderosa conexión que posee el cine con el ser humano, gracias a su demostrada habilidad para capturar, mostrar, y narrar el entorno de este. 

Huelga decir que esto plantea otra interesante (y dejo sobre la mesa su posible utilidad) pregunta. Y es que, ¿seguirá existiendo esa conexión, esa capacidad para atrapar el mundo en una pantalla?¿Y si es así, cuánto queda para eso?

Porque, a ver, antes estaba claro que el cine era el cine. Quiero decir, ahora hay cosas como Avatar. No hablo del famosete 3D (sobre el que prefiero callar) si no de la paulatinamente más omnipotente animación digital. De como ha ido desarrollándose como accesorio y deudor del propio cine. Y de como, en su condición de tecnología, no va a dejar, ciertamente, de perfeccionarse con el tiempo. De lo que resultará, según tiene toda la pinta, una mayor apuesta, cada vez mayor, en ese campo.

Así que yo, en toda mi sumisa humildad me he osado a preguntarme a qué llevará todo esto. 

¿Matar el cine? Imposible. Para empezar, no se mata un medio de expresión. Especialmente un medio de expresión adecuado para las masas. En todo caso queda menos a la vista, más escondido del gran público. Además, es cada vez más sencillo. La misma tecnología que puede eclipsarlo mediáticamente se desarrolla en paralelo para facilitar su creación. 

Sn embargo, si que me intriga que ocurrirá con el potencial de la creación digital para desarrollar realidades falsas que pasen por auténticas. Y no me refiero a auténticas de ahora. Que se nota. Me refiero al momento en el que sea técnicamente posible realizar una representación, no ya realista, si no  lo que voy a definir como (dándome una ligera licencia lingüística) überrealista, en un momento en el que el cine estará, como viene siendo la tónica cada vez más acentuada, mucho más desintegrado y disuelto en lo que hoy conocemos e intentamos delimitar con el nombre de 'lo audiovisual'. Me intriga pensar en lo que supondría para el cine si su mayor baza, la reproducción de la realidad, pudiera acabar resultando ser reproducida a partir de una nada hecha de bits. 









(El mejor plano de la película. Momento War Horse)

En qué lugar dejaría eso al cine... 

Desde luego, atrás va quedando la imagen del cine como algo mucho mayor de lo que suele ser ahora, más que la excusa para salir de casa e ir a comer palomitas u otros quehaceres mucho más mundanos y biológicos, y la gran mayoría del cine actual pervive gracias a lo que parece ser ondear determinadas banderas en busca de un reconocimiento basado en referencias cinematográficas. Es un cine que parece que pocas veces es consciente de sí mismo. Como medio, y como fin.

Espero no estar verborreando en exceso; lo que quiero decir es que gran parte del cine actual da la impresión de estar degradando el lenguaje cinematográfico y el cine en sí mismo. 

Parece estar contagiándose de lo que, no sé si estaré patentándolo como concepto, el recurso fácil. 

El recurso fácil es, para mi desgracia, la teoría mas satisfactoria que por ahora he rumiado para la sensación que gran parte del cine actual llega a suscitar en mi inocente persona, que, por otra parte, lleva poco tiempo dedicándose a pensar el cine de una manera distinta a lo que acostumbraba. Y lo relaciono con, en resumidas cuentas, una mala comprensión de lo que supone el cine como fábrica de emoción y escalofríos.

El recurso fácil son las explosiones, los te quiero, los sustos por subir el volumen; son esas cosas llamadas 'comedias románticas', y los malos que dicen lo malos que son. Es la critica social estampada en la cara con la sutileza y precisión de un elefante con Parkinson. O la de un cine experimental que se convierte en publicidad de la prepotencia de algún director.

Supone un acercamiento al cine falto del respeto y el cariño que éste merece y necesita, no ya para disfrutarlo, si no para volver a ejercerlo, ya sea en un drama social o una de aventuras, una cinta de terror o la comedia más absurda; es el desprestigio del cine hasta convertirlo en una maraña de tópicos hilados en un bordado cutre con la excusa de satisfacer a un público que se le devalúa sin que parezca que ninguna de las partes se de cuenta de ello o siquiera le importe.

No es mi intención tampoco ponerme a despotricar como un energúmeno (esos momentos prefiero reservarmelos para después de haber visto alguna de las últimas del señor Burton), pero en mis a veces fructíferos coloquios acompañados de bebidas varias he ido notando que el cine más visible es absolutamente deudor de un público específico al que evidentemente va dirigido, más joven, actual, y que, en resumidas cuentas, no ve películas de una manera que se adecúe a las exigencias que requiere el propio lenguaje cinematográfico.

Internet, Google, Facebook, Twitter y Youtube han supuesto una revolución a nivel cognitivo que es importante señalar, motivando una mentalidad mucho más abierta y rápida, pero ha supuesto un atraso en cuanto a la paciencia incisiva que requieren otros lenguajes más pausados y con una cierta ritualización añadida. Es lo que parece que falta en la manera de hacer cine, de ver cine. Se confunde la verdadera baza del cine, se cree que, en definitiva, el gran poder del cine es olvidar la realidad por otra que estas viendo, pero no es ese, si no situarte a ti mismo en otra realidad pero con plena consciencia, para que veas, escuches y toques cada recoveco sabiendo dónde estás en todo momento.

(Me gusta esta foto para terminar. Tiene poesía. Y ovejas)

El cine, el verdadero cine, necesita de ese idioma específico para ser entendido, el de la sala oscura y la pantalla como única fuente de luz, para abandonar completamente este mundo y dejarse llevar por otro.

Es cabalgar a lomos de un bravo corcel. Y también es buscarle el lado bueno, cuando te toca el burro."

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